El proceso de last mile delivery, o entregas de última milla, es uno de los más complicados a lo largo de la operación logística de una empresa, siendo un proceso complejo, con múltiples aristas y actores involucrados.
Aquí es donde cada acción que conduzca a retrasos o errores pueden resultar en una mala experiencia de entrega, lo que, a la larga, termina repercutiendo en la marca, negocio o empresa, tanto en cuanto a imagen de marca, como de gastos adicionales para gestionar la reentrega.
A continuación detallamos factores claves que influyen en el precio asociado al proceso de last mile:
Velocidades promedio más bajas
Una velocidad media más baja significa más tiempo en la carretera y menos kilómetros por galón
Cuando los conductores entregan múltiples paquetes en diferentes lugares de una ciudad, es necesario la utilización de carreteras locales.
Esto es información importante considerando el rendimiento de camiones y furgonetas de reparto, donde los más pequeños recorren, en promedio, 10.5 km por cada 3,7 litros de bencina, a una velocidad constante de 88 km/h.
Si se realizan entregas en urbes de alta densidad, 88 km/h no es una velocidad realista -ni segura- para una flota de reparto, por lo que tenderá a adecuar la velocidad dependiendo de la situación local de la carretera y del tráfico. Además, la necesidad de desacelerar, parar y acelerar a intervalos rápidos tiene un impacto significativo tanto en las velocidades medias como en la eficiencia del combustible.
Más paradas = más ralentí y tiempo de inactividad
La conducción y entrega de paquetes dentro de las ciudades conlleva bastante más tiempo de ralentí que en otras etapas del envío. Desde semáforos, flujo vehicular, accidentes, y calles sinuosas, es imposible evitar una demora considerable al hacer despachos dentro de urbes más grandes.
En promedio, un camión de reparto gasta 3 litros por hora cuando está al ralentí, el cual debe, además, desembolsar el pago de los repartidores y conductores, independientemente del tiempo destinado al ralentí y espera.
Entregas fallidas
Generalmente, las entregas fallidas se ven más reflejadas en las entregas hechas directamente al consumidor final, más que al momento de distribuir productos a centros de distribución o socios en la cadena de suministro, generando pérdidas importantes tanto monetarias, como de futuros clientes interesados en el producto.
Fuente: Envato
Es importante recordar que los compradores tienen poca piedad cuando se trata de entregas fallidas, con un 70% de los consumidores afirmando que una experiencia de envío o entrega insatisfactoria disminuye su opinión sobre una marca, incluso si el problema es culpa del transportista.
Después de una mala entrega, el 12% de los clientes dicen que dejarían una crítica negativa en línea; teniendo en cuenta que más de 9 de cada 10 compradores consultan las reseñas antes de realizar compras en el comercio electrónico, una serie de comentarios negativos puede destruir la percepción de una marca.
Devoluciones, reembolsos o descuentos
Considerando que la tasa media de devolución de productos ronda el 15%, y aquellos específicamente comprados online sube a un 17.6%, haciendo que el cumplimiento del comercio electrónico sea un reto particular.
Por lo anterior, si una empresa vende productos de consumo en línea, es de esperar ver que aprox 1 de cada 5 clientes devuelva su producto comprado, ya sea para un reembolso o para un artículo diferente.
¿Cuál es el impacto empresarial del problema del last mile delivery?
Tomando en cuenta los puntos anteriores, se hace claro la importancia que tiene el contar con una estrategia de distribución optimizada para la entrega de última milla.
En caso contrario, es altamente probable el fracaso del negocio a largo plazo debido a costos significativamente más altos, clientes insatisfechos y otros retos empresariales.
Mayores costes operativos y menores márgenes de beneficio
Las tasas más altas de entregas fallidas, la planificación de rutas de entrega y los horarios y rutas no optimizadas conducen a costes operativos significativamente más altos.
Esto conduce a un mayor gasto de tiempo por parte de los operadores logísticos como de los transportistas, los que deben hacer la planificación y optimización de rutas de forma manual, de la mano con todo el error humano que eso conlleva.
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